Tiago da Cruz
Caldas da Rainha, Portugal, 1976

Su condición de nacido en el país vecino y residente en una tierra tan singular como Algeciras, hace que el trabajo de Tiago da Cruz se aleje de posiciones de carácter localista, persiguiendo una particular visión de la vida que le rodea. Su trabajo está marcado por la noche y las situaciones
que se generan en este periodo de silencio y oscuridad, alcanzando sus instantáneas un grado de intimidad que es posible, entre otros motivos, debido a la luz artificial, que genera una atmósfera sugerente entre misteriosa e irreal. Desde sus primeras series, Espacios (2002) y Paraíso Perdido (2004), da Cruz plantea una reflexión sobre lo que no se ve; se trata también de fotografías nocturnas que, lejos de registrar un sólo instante, se abren
a modo de ventanas por las que asomarse buscando el surgimiento de una mirada espontánea. Son espacios reconocibles, experiencias sencillas y cotidianas que tienen su origen – la mayoría de las veces – en sus propias vivencias personales, un estilo desenvuelto y casi imperceptible
que se convertirá en su seña de autor. Todo ello se reafirma en su serie Void (2007), donde el vacío sigue siendo un reto y sus fotografías, rumores de una realidad en la que lo humano se detecta por su falta. Tiago empezó con las ausencias y más tarde avanzó hasta las presencias. Ya establecido en Algeciras, su cámara se mueve hacia quienes habitan estos escenarios, embarcándose entonces en su proyecto más ambicioso hasta la fecha, La Isla (2010). Aquí retoma la idea dormida de Isla Verde, nombre árabe del islote situado frente a la costa algecireña. A modo de libro crea una cartografía imaginaria de la ciudad que nos muestra a través de una serie de dípticos de personas y espacios, alternando así paisaje y retrato.
En The Dark Ride (2012) siguen siendo protagonistas los individuos; aunque en este caso, están tratadas con cierto preciosismo que invita al espectador a construir una historia imaginada.

Gema Rueda